Su primer acercamiento con la danza fue en su niñez, a través del ballet. Al egresar de enseñanza media estudió cuatro años en la Escuela de Teatro “La Casa” de Fernando Cuadra en Santiago. Su espíritu inquieto la llevó a tomar otro camino y así se tituló como Periodista en Temuco.

Pero la pasión por el baile nunca se detuvo. Mientras estudió teatro y periodismo, tomó de manera permanente clases de danza española y flamenco.

Fue el flamenco, la expresión artística del pueblo gitano andaluz, que la capturó y apasionó. Es así como curso tras curso con distintos maestros se abrió paso enseñando baile español.

Ya son 19 años de docencia y 14 años como escuela.  La Escuela de Flamenco de Marcia Jara Vergara ha formado a decenas de niñas, jóvenes y mujeres, amantes también del baile. Forma parte de la agrupación Danza Araucanía. Y, como buena “bailaora”, el ritmo de su vida va al compás de hacer cosas, difundir y entusiasmar con lo que hace y quiere.

Sus galas son un hito en la agenda cultural de La Araucanía. Ya se encuentra preparando la presentación que año a año realiza en enero, la que congrega al público entusiasta del baile.

Y en todos estos años, su familia, marido e hijos han sido un pilar fundamental para el desarrollo de su carrera como profesora de baile. Y reconoce a su padre, la educadora María Luisa Vergara, como un impulso en su vocación y en todas las áreas en las que se ha desempeñado.

Tu escuela sólo imparte flamenco

-Partí con danza española y flamenco, pero tras una transición, ahora trabajo con flamenco. Lo que a mí me apasiona es el flamenco, a medida que me fui perfeccionando fui sintiendo que podía abocarme solo a trabajar el flamenco.

¿Cómo te encantaste con el flamenco?

-Cuando hice ballet clásico en la Escuela de Cultura, en lo que es ahora la Armando Dufey, la profesora les hacía ballet clásico español a las niñas que llevaban más años; y a mí me empezó a gustar más que el ballet clásico. Antes de irme a Santiago a estudiar, fui con mi mamá a ver la película “Amor Brujo” de Carlos Saura, y ahí quedé impresionada con el baile de Cristina Hoyos, y pensé en ese momento, es eso lo que quiero hacer. Pero estudié teatro, y mientras estudiaba en la capital tomé clases en la escuela de Manuel “el gitano” y Silvia Pacheco en el Teatro Cariola. Desde ese momento, nunca he parado de tomar clases.  

El sello de tu escuela, ¿Se puede hablar de sello?

-Sí, claro, porque en primer lugar la escuela es sólo para mujeres; y tiene que ver con el trabajo que desarrollo con las mujeres que trabajo, desde las más pequeñitas que parten de los cinco años hasta mujeres adultas. No hay límite de edad, y pasa por el empoderamiento de nosotras como mujeres en esta sociedad, el trabajo con la autoestima de cada una, la aceptación de cómo somos. Ese es el sello de la escuela, porque es un espacio solo de mujeres, con una energía que generamos las mujeres y que cuando el público tiene la posibilidad de ver nuestro trabajo, se siente.

Nunca voy a dejar de bailar, porque es un medio de expresión, es importante para mí, pero hacer clases, es algo que a mí me gusta mucho. La posibilidad de conocer a diferentes personas, mujeres, trabajar con niñas y verlas crecer, y ser parte de su vida. Eso es muy potente y es una de las cosas más lindas que me ha dejado este trabajo.

¿Cuál es el compromiso con el público regional?

Primero, el compromiso es con el arte, la cultura, no solo regional, sino que nacional, porque siento que como sociedad estamos al debe en ese aspecto. Como país no se le da la importancia. Nosotros como artistas, las personas que nos dedicamos a esto, si no somos los que ponemos en un primer nivel las expresiones artísticas, en un discurso, en el hacer, va a ser más difícil que las autoridades le den importancia. Y ahora a nivel regional es hacer un mejor trabajo. De tal manera que cada vez que nos presentamos, debemos entregar lo mejor de nuestro trabajo. Además es meritorio, ya que todo es autogestionado, no tenemos apoyo de nadie.

¿La competencia dificulta el desarrollo de las escuelas y academias?

-Para nada, a medida que más gente se dedique, más importancia se le da. Además lo que yo sí siento, es que cada escuela, cada grupo, sí tiene que tener un sello. Eso tiene que ver con la identidad, eso lo aprendí del maestro Jaime Jory, la importancia de la identidad en el trabajo que uno hace: Disfrutar la danza.

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