Cuando las bandas sonoras de todos los tiempos, típicas de esta época, tendrán que escucharse “sotto voce”, es decir, a baja intensidad o con volumen moderado, en estas fiestas de fin de año, recordamos un clásico de este período “un año más…”. Con su estilo bailable propio y un clásico desde hace muchos años; ese ritmo a la antigua, que con la lentitud permite el “contoneo” de grandes, pequeños, reguetoneros y rockeros, en definitiva, una cumbia de todos y para todos los tiempos; pero que en esta ocasión no podrá tan fácilmente cantarse, con su archiconocido estribillo: “un año más qué más da…” porque, este 2020 ha sido, indudablemente, un año difícil. Y no es que las dificultades tengan solo un nombre concreto “covid-19”, que es casi como la amenaza fantasma, sino de todo lo que esta “amenaza permanente” supone; porque si se tratase de antiguas enfermedades como la lepra -como alguien me dijo un día- “a la distancia veríamos al enfermo”, y no nos atreveríamos siquiera a acercarnos. Ahora se trata de un microorganismo imperceptible al ojo humano; una paradoja porque siendo un ente real, es decir, con consistencia física, aunque infinitesimalmente pequeño, pone de relieve aquello que se repite tantas veces como una especie de salmo popular del conocido Principito “que lo más real es invisible a los ojos”, pareciéndonos esta convicción una especie de credo del cual nadie dudaría, y, por tanto, reconociendo en ello que la fuerza del amor, de la amistad, es algo muy real. Y claro que lo es. Sin embargo, por ésta vez, casi como un ruego del alma, que no viene del Minsal, ni de ninguna política pública, sino del simple sentido común, quisiera decirle, que del mismo modo como hay cosas maravillas que son “invisibles”, también hay amenazas “invisibles a los ojos”, y, por ende, “no deje de cuidarse” y de “cuidar a los suyos”, porque nadie quisiera pasar al 2021 sin haber, por lo menos sentido el afecto, aunque sea con nuevas formas de expresión, de aquellos que amamos.

Por otro lado, y a propósito de la “visión”, para los obtusos de siempre, se vuelve a aplicar el dicho “no hay peor ciego que el que no quiere ver”; por tanto, no hay necesidad de “ver”, como un acto de los sentidos externos, para Aquél que “no tiene ni la más mínima voluntad de ver”, porque Aquél o Aquélla que “quiere ver, más allá de los sentidos”, siempre podrá hacerlo, con lo cual alcanzará siempre a “comprender lo que está pasando”, y al mismo tiempo, y a pesar de todo lo que ha sucedido “captar” las cosas buenas que también nos ha dado este 2020, con todo lo crítico que fue. Finalmente, y sin el afán de sermonear, porque esta no es más que una columna, no quisiera dejar de ayudarle a “agudizar la vista”, ante lo que seguramente podrían producir todos los “tantos porcientos”, “tan necesarios y tan nuestros”, obviamente; esa engañosa confianza del “qué más da…”, o que de “ésta no hay otra…”; sin embargo, hay muchos otros que dependen no solo de nuestros actos responsables, sino que también podrían recibir los daños y males de nuestros actos irresponsables.

Querido lector, querida lectora “ www.másquecultura.cl ” me regala este espacio para escribir una columna de opinión, y por eso, porque la tengo, quisiera expresársela con mucha sencillez y humildad pero muy convencido, es que “un año más qué más da…” en esta ocasión tendrá el sabor de la gratitud porque “no da… lo mismo” el hecho de podamos afortunadamente pasar el umbral del 2020-2021, y si somos responsablemente solidarios, Dios mediante, en un tiempo más podamos también agregar “cuántos se han ido ya”.

Feliz año 2021, ¡Un abrazo!

Y a cuidarnos entre todos.    

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