Sin ningún afán de hacer una hermenéutica de esta expresión del himno nacional, que hace alusión a los compromisos con la patria; y a propósito de ella es que quisiera en esta oportunidad, saliéndome del esquema normal contarles algo. Quisiera relatar mi primera vez. Sí, lee bien; mi primera vez como vocal de mesa. Y es que, si de personas volátiles se trata, aquí hay uno sin duda. Va a creer Ud., querido lector que hasta el viernes no había mirado el sitio del Servel, y solo ese día por la tarde me di cuenta de este hermoso encargo ciudadano, y no pude no decir “por la madre patria”, a propósito de la “dulce patria que recibe los votos”. Lo que me hizo pensar en un primer título para esta columna, aunque igual pensé en un segundo que podría haber dicho “mucha consonante, poca vocal”, entre otras ideas. Pero, volviendo al punto, esta primera vez, y primera jornada, de un entero fin de semana, son realmente una experiencia realmente interesante. Y obviamente, Ud., estimadísimo lector dirá, “¿Y qué tendrá de interesante?” y es que, sin exagerar, pensé en el tremendo valor a nivel político y social que esto tiene; sí, digo político en el sentido auténtico del gobierno de la polis, porque no podemos hacernos los desentendidos cuando de la democracia se trata, y es que debemos participar y contribuir a que los canales, todos ellos perfectibles, que tiene la democracia puedan ser un espacio real de participación ciudadana. Nuestra sociedad necesita de ciudadanos que quieran participar en las decisiones, aunque esto sea desgastante y a veces no generen mucha ilusión. Ciudadanos que al mismo tiempo sean corresponsables con el devenir y el destino de la nación, ese es el “voto que recibe la dulce patria…”

Yo puedo decir que, a pesar de ser tres vocales en mí mesa, y una de ellas, una joven resistida hasta los tuétanos a serlo, porque ni sufragar quiso, sin querer hablar mal de nadie, y entra otras cosas, fue una experiencia que me ha llamado muchísimo la atención

Fue una jornada que tuvo de todo; desde el ciudadano “chorizo” que nos retó de partida, cuando aún la mesa no se constituía por falta de quorum; el anciano ciudadano, que sufre cuando ve esos pliegos de papel, y que, por los problemas visuales asociado a su edad se agobia, ya del solo hecho de tener que manipular todo eso. A los mayores, tanto porque correspondía, como porque realmente no había apuro, les decía “tómese su tiempo”. O la presencia de la delegada del Servel, más seriota que militares y carabineros, una temible mujer de hierro. Una ciudadana cariñosa, la simpática abuelita que nos llevó una bolsita con bombones, a la que le dije: “si quiere venir a votar mañana, vuelva no más”.

Y si de vocales se trata, yo diría que me parece que había más consonantes. En el entendido que es siempre la consonante la que quiere tener toda la fuerza en la palabra, y ¿cómo no pensar de esta forma? Si había casi más candidatos y papeletas que vocales y votantes, por exagerar un poco; es decir, no eran pocos los candidatos, algunos que ni un supermercado que conoce a todos, los conoce. Una señora votante refunfuño; otro se río de los pliegos de papel. Yo en cambio mientras doblaba me tomé el tiempo de leerlos para ver un poco más en una perspectiva directa de que se trataba todo ese elenco, al puro estilo guía telefónica. Y es que, no es poco meter tanto dentro de la misma urna (para no decir saco). Y en esta ocasión son urnas casi literalmente hablando porque mientras escribo, en ellas se velan todos esos nombres; de hecho, en el transcurso de la tarde del sábado llegaron varios parientes de los deudos (los apoderados de mesa), a constatar que esté todo en orden dentro de la urna. Y es que están siendo veladas en un acto sin precedentes, por una noche los votos con los nombres de aquellos que se ofrecen para gobernar los destinos de las comunas, regiones, y participar del proceso para crear una nueva Constitución, todo esto en una acción que, en razón de la histórica votación, donde el tutti frutti tiene de todo, incluso covid-19. Dicho velatorio, en efecto, ha provocado mucha suspicacia. Es de esperar que los apoderados, que miraban esas urnas con los ojos largos, no se conviertan en las tradicionales lloronas que eran contratadas antiguamente para los velorios.

“Dulce patria recibe los votos con que Chile…” en esta oportunidad quiere recomenzar nuevas sendas; cuánto me gustaría ver a más personas; que con el mismo entusiasmo que se “descuarentenizan”, se acerquen a los locales de votación; porque para que sea una dulce patria, se requieren, se necesitan los votos.

¡Compatriotas no nos quedemos en casa cuando nos dan la posibilidad de ejercer nuestra mayor manifestación de la voluntad ciudadana¡, y no deleguemos la representatividad, en los que prefieren comerse las vocales para ser los fuertes (consonantes) en una historia que deber ser escrita con la participación de todos.

Vamos a las urnas para que viva el pueblo, y no resuciten de ellas las ideas añejas y trasnochadas como en “Urna velada” con el respeto que merecen nuestros difuntos, sino resucite la vida nueva de un pueblo que lucha por sus derechos y que se compromete en sus propios deberes.

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