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Escribano de Valencia

La conducta humana será siempre difícil de comprender y pronosticar, y no puede ser de otro modo, porque somos libres, pensantes, maravillosamente singulares, y al mismo tiempo infinitamente misteriosos.

Es por eso que el conocido modismo “nada hacía presagiar” tan típico del emblemático programa Mea Culpa, dice relación a esto; ya que por más que se piense que persuadiendo con la fuerza, y otros métodos de ordenamiento, las cosas no siempre resultan como se esperarían. Y es que nada hacía presagiar que al poner mayores medidas de seguridad, se cierne mayor inseguridad y mayor violencia, y esto es clarísimo en este momento tan complejo de nuestra vida regional, y más allá de ella.

No hay necesidad de pensar mucho para comprender que nuestra macro región sur experimenta un momento álgido en su devenir, porque la escalada de violencia continúa creciendo. Una violencia que tiene sus orígenes muy claros en nuestra historia. Una historia que aunque quisiéramos cambiarla, está tejida con dolor, con abusos y malos tratos. Pero, la misma violencia que se impugna como parte de esa historia de dolor, se sigue manifestando como un ruido ensordecedor que no se sabe de donde proviene.

Y la forma de enfrentarla engendra más violencia; por lo cual realmente uno tiene la impresión que se quiere apagar el incendio con bencina. Cuestión que no será posible jamás. He ahí el dilema, de tratar de cambiar la conducta humana “a la mala”. Y todos nos preguntamos ¿Qué pasará al final?

Lo que pasará es tan difícil de pronosticar, porque cualquier presagio se queda corto. Lo único claro es que aún quedan por tomar decisiones políticas mayores que son muy necesarias; porque nada se arregla con mayor violencia, sino el incendio -literalmente- no podrá ser extinguido de ninguna forma.

Todo lo cual nos hace entender que es necesaria una buena política, para poder transitar así hacia nuevas etapas en nuestra vida regional, para poder hacer cambios que nos permitan avanzar hacia la paz que todos buscamos, queremos y necesitamos. Por esta razón, es que no podemos dejar de lado la valiosa e indelegable tarea de participar en todos los procesos que se nos permiten por la vía de la democracia, llámese consultas, elecciones; porque nuestra ausencia se paga caro; es lo que claramente expresa el sabio Platón, a quien le importaban las cosas públicas (res pública, es decir la cosa pública), y quien afirma que “El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres”. mmm… para qué vamos a agregar algo más en esto. Porque, en efecto, sabemos que es así, pero aún no queremos comprender lo fundamental que es cambiar de conducta. Una conducta participativa, comprometida, y que no deje todo en las manos de aquellos/as que no siempre buscan el bien común. Ya que si la cosa se trata de incendios mal apagados, probablemente es porque nosotros no hacemos ni un esfuerzo por ayudar a extinguir las soluciones violentas, que a simple vista son las que cambian todas las cosas. La violencia solo engendra violencia, y como dijo el Papa Francisco en Maquehue hace un par de años “hace ilegítima hasta la causa más justa”. Por eso no dejemos en manos de unos pocos el control del fuego, que es muy real, por un lado, pero es simbólico por otro. Simbólico de algo que no se extingue, como no se extingue el dolor de injusticias de siglos, y que indica que tampoco podemos permitirnos herirnos más, porque el fuego también manifiesta la ira con la que deben enfrentarse situaciones que, necesitan la cabeza fría, y la capacidad de elegir los mejores medios para no dejarnos “consumir” por la violencia que nada bueno nos ha traído, y nada bueno nos traerá.

Un incendio de tamaña envergadura, y las quemaduras que ha dejado ya en tantas almas, requiere de formas distintas de ser enfrentados, y para eso necesitamos los mejores bomberos.

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