Escribano De Valencia

Sin perder de vista lo delicado que puede ser hablar acerca de la convivencia escolar; un concepto que se instaló en la “cotidianeidad” de las comunidades educativas, y que va mucho más del entramado de las relaciones humanas que, deberían regularse siempre desde las relaciones de buen trato, respeto y cordialidad, pero que en la ineficacia de aquello que “debería” ser típicamente humano crecen los protocolos y la judicialización de los procesos educativos. Lo cual indica que nuestro sistema, por un lado, necesitó brindar garantías a los estudiantes, docentes y asistentes; pero al mismo tiempo que el sistema no siempre funciona con la normal regularidad que requiere como condición mínima. Y más aún en estos días, que la sana convivencia se ha puesto en peligro.

En efecto, “convivencia escolar”, que arriesga en convertirse en un ente de fiscalización punitiva, más que en la instancia reguladora de las relaciones parece que tendrá que llamarse en lo sucesivo “sana convivencia escolar”, para que favorezca el desarrollo armónico de las relaciones al interior de los establecimientos, las cuales se ven afectadas por decisiones que, una vez más, se tomen desde fuera del aula.

Y es que era de esperar que después de 2 años, perdone la expresión, “a media máquina” no iba a ser fácil comenzar a funcionar olvidando o no tomando en cuenta posibles escenarios de estrés, agobio, crisis de ansiedad, y otros tantos fenómenos que ponen en crisis la salud mental de nuestros estudiantes, docentes y asistentes. Y es que partir “de un viaje”, era un riesgo que se subestimó. Y ahí tienen los resultados que, sin bajarle el perfil, ponen a muchos “como membrillo colegial”, en una espiral de ascendente violencia escolar que, al parecer, se mitigará con esta nueva medida ministerial que permite al establecimiento dosificar sus horarios. ¡Es que no podía ser de otro modo! Quien más que el personal de casa, es decir, del propio establecimiento puede conocer mejor a su gente. Y es que de eso se trata la con-vivencia, es decir, es la experiencia de vivir con… por lo cual, el que ha “con-vivido” con el estudiantado es el docente, y todos aquellos que en un colegio permiten llevar el proceso de enseñanza-aprendizaje adelante.

Es de esperar que estas medidas descompriman un poco los ánimos para no terminar todos mal heridos en un período tan convulsionado. Es que, entre la extensión horaria y el uso permanente de la mascarilla, es muy probable que ya no nos contagiemos del Covid, sino de ira y furia contenida; con el peligro que algunos terminen olvidando el distanciamiento y sobre todo la sana con-vivencia, propinando golpes a medio mundo para arreglar los problemas.

Querido lector o lectora aún la pandemia no ha concluido, y recuerde que, si no nos vacunamos con paciencia y una dosis de mansedumbre, la violencia igual puede propagarse como el falso modo de “con-vivir” “mal-vividoramente” con los demás. Esperemos inocular más tolerancia y paciencia cuando nos volvemos a ver las caras, aunque sea a medias, en esta etapa donde hemos retomado nuestras actividades recordando los gajes de la que sigue siendo una “nueva normalidad”.

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